ÁFRICA: ENTRE EL CONTINUISMO Y LA RUPTURA
En la actualidad, África está emancipándose de los discursos
que durante décadas la definieron desde fuera. En los últimos años, una oleada
de procesos políticos -muy distintos entre sí- ha quebrado el relato occidental
que divide el mundo entre democracias consolidadas y dictaduras inestables. En
el continente, esas categorías se resquebrajan. “Democracia”, “golpe de
Estado”, “autoritarismo”, todas adquieren sentido propio cuando se miran desde
la historia colonial, la estructura económica y las aspiraciones populares de
soberanía.
La antigua “Francafrique”, esa arquitectura poscolonial que
durante más de medio siglo garantizó que París conservara influencia económica
y militar en su antigua zona de dominio, se desmorona ahora a ojos vista: se
deshilachan sus redes de clientela, los abusivos acuerdos asimétricos y el
nocivo tutelaje militar. La caída de la hegemonía francesa en varios países de
la región no es solo simbólica, implica el fin de un modelo donde élites locales
necesitaban la dependencia a cambio de estabilidad.
En estos momentos, en capitales como: Bamako, Uagadugú o Niamey, el lenguaje político ya no habla de cooperación o continuidad sino de ruptura. En esos gobiernos, está bien interiorizado: que no hay independencia real mientras su oro o su uranio sirva para financiar a otros países.
En el sahel, los procesos encabezados por Assimi Goitá
(Mali), Ibrahim Traoré (Burkina Faso) y Abdourahamane Tiani (Níger) condensan
la ruptura más nítida con el antiguo orden colonial. Desde el 2023, la Alianza
de Estados del Sahel AES y su paso a la Confederación del Sahel establecieron
mecanismos de defensa, diplomacia y cooperación económica. Por otro lado, Rusia
-a través del Africa Corps- y China han ganado espacio e inversiones en
seguridad e infraestructura, mientras Emiratos Árabes Unidos EAU y Turquía
buscan anclajes logísticos y comerciales en el continente.
“En esos gobiernos, está bien interiorizado:
que no hay independencia real mientras su oro
o su uranio sirva para financiar a otros países”
Pero no es solo geopolítica, en barrios y aldeas crecen
cooperativas, programas de alfabetización y brigadas comunitarias. Esta
sensibilidad social explica el apoyo popular. En Mali y Burkina Faso, más del
70% de la gente aprueba la orientación soberanista. En Niamey, pese a las
sanciones, persiste la idea que el origen de la junta militar fue una “reacción
legitima frente a la humillación occidental”. El sahel funciona como un espejo
para el resto del continente.
En Senegal, la ruptura llegó sin tanques y con multitudes
jóvenes. La victoria electoral de Bassirou Diomaye Faye y Ousmane Sonko, en
marzo de 2024, sintetizó un ciclo de movilizaciones populares que denunciaba
corrupción, represión, continuidad y dependencia. “El pueblo senegalés no solo
ha votado por un cambio de presidente, sino por un cambio de sistema”, declaró
Sonko después de su liberación. El nuevo gobierno anunció la revisión integral
de los contratos petroleros, ajustes al código minero y un programa de
soberanía alimentaria a través de cooperativas rurales. En política exterior,
Dakar estrecha lazos con la Alianza de Estados del Sahel AES y mantiene
equilibrios con Turquía y China, a la vez que redefine su relación con la UE.
El crecimiento estimado para este 2025 supera el 8%, pero la consiga oficial es
clara: “No queremos crecimiento sino justicia social”. Esto refleja una
tendencia más amplia: en África, lo democrático se valida con resultados
tangibles.
Sudáfrica, por su parte, inauguró en 2024 un ciclo de
coalición tras la pérdida de mayoría del CNA. La sociedad civil ha recuperado
músculo y fiscaliza a un Estado golpeado por tres décadas de desigualdad,
crimen y deterioro de servicios. El desempleo juvenil supera el 45%, la pobreza
abarca más de la mitad de la población y la confianza en el sistema cayó -aunque
el compromiso con la democracia sigue siendo mayoritario-. Miembro activo de
los BRICS, el gobierno de Pretoria impulsa debates sobre alternativas
financieras y se ofrece como puente entre la SADC -Comunidad de Desarrollo del
África Austral- y el sahel. La pregunta que se hacen los sudafricanos ya no es
ideológica, sino material ¿Puede el pluralismo político traducirse en
servicios, empleo y seguridad?
“La caída de la hegemonía francesa
en varios países de la región no es solo simbólica,
implica el fin de un modelo donde élites locales
necesitaban la dependencia a cambio de estabilidad”
En Egipto, el “autoritarismo estabilizador” de AbdelFattah
al-Sisi, luego de doce años, muestra fatiga. Las recetas del FMI han generado
una devaluación y una inflación por encima del 30%, exigiendo recortes que
elevan el costo de vida. El Cairo intensifica vínculos con Arabia Saudita y
Emiratos Árabes Unidos, mientras diversifica alianzas con Rusia y China en el
marco de los BRICS. La legitimidad del régimen no descansa en urnas electorales
competitivas sino en su promesa de estabilidad macro y megaproyectos; pero sin
mejores salarios y más empleo, esa promesa pierde atractivo.
Etiopia, vive una paz incompleta y agotada. La firma del
Acuerdo de Pretoria del 2022, no resolvió las disputas territoriales ni los
choques étnicos en Amhara y Oromía; los desplazados internos por estos
conflictos superan los 4 millones. El intento de reactivar el “milagro
industrial” incorpora un acuerdo de acceso al puerto de Berbera en Somalilandia
-provincia rebelde somalí-, lo que elevó tensiones con Somalia. La inflación
ronda el 25% y la presión humanitaria condiciona cualquier reforma. Etiopía
confirma que sin recomposición estatal -respeto a las minorías- no hay
desarrollo ni democracia sostenible.
![]() |
| Mali, Burkina Faso y Níger, condensan la ruptura más nítida con el antiguo orden colonial, la AES coordina mecanismos de defensa, diplomacia y cooperación económica |
Camerún y Costa de Marfil representan el límite de las democracias de baja intensidad. En Yaundé, Paul Biya con sus 92 años, fue nuevamente elegido en elecciones fraudulentas, mientras el conflicto anglófono continúa. En Abiyán, Alassane Ouattara sostiene crecimiento macro y cercanía con París y Washington, pero con desempleo juvenil elevado y libertades democráticas disminuidas. Ambos casos prolongan el continuismo, a través de un contrato postcolonial que intercambia estabilidad por subordinación y muestran por qué las juventudes descrean de las alternancias administradas desde arriba, apostando por la ruptura con el viejo sistema.
“En estos momentos, en capitales como:
Bamako, Uagadugú o Niamey,
el lenguaje político ya no habla de cooperación
o continuidad sino de ruptura”
En Chad, Mohamat Idriss Déby consolidó en 2024 una sucesión dinástica
bajo tutela militar y respaldo francés. El ejército chadiano es el más
numeroso, mejor equipado y profesionalmente, con mayor preparación, del África
subsahariana. Este país continúa como pivote logístico occidental en el sahel,
mientras la pobreza supera el 45% y los servicios públicos colapsan. Las
movilizaciones populares de 2022 y 2024, duramente reprimidas, dejaron una
huella de duelo que erosiona la seguridad y el control. La continuidad del
viejo guion francafricano convive con un malestar juvenil que observa, con
atención, el modelo rupturista y emancipador iniciado en el sahel.
“En Mali y Burkina Faso, más del 70%
de la gente aprueba la orientación soberanista.
El sahel funciona como un espejo
para el resto del continente”
Mozambique condensa el fallo del modelo extractivo. A las protestas
postelectorales de 2024 -con centenares de muertos- se sumaron en las últimas
semanas de octubre de este año, nuevas manifestaciones en Maputo y Beira contra
la inflación y el fraude electoral, reprimidas con bala y al menos con 17
fallecidos. En paralelo, la región gasífera de Cabo Delgado acumula más de 850
mil desplazados por la insurgencia yihadista. Las operaciones de gas de grandes
multinacionales avanza intermitentemente sin derramar beneficios sobre la
población.
Madagascar sintetiza el agotamiento del viejo orden
postcolonial y el nuevo ascenso generacional. En octubre de 2025, tras semanas
de protestas por cortes de servicios, carestías y corrupción, el presidente Andry
Rajoelina abandonó el país ante el avance de movilizaciones lideradas los jóvenes
congregados por la llamada Gen Z Madagascar. La Unión Africana UA suspendió temporalmente
a la isla, mientras un Consejo Militar de Transición prometió “comicios libres
y sin tutela extranjera” para el 2026. Con tres de cuatro personas bajo la línea
de la pobreza, la denuncia sobre la entrega de minas de tierras raras a
consorcios extranjeros catalizó un reclamo más amplio de soberanía. La escena
malgache anuda soberanía y justicia social, conectada con el pulso juvenil panafricanista.
Como vemos, la juventud africana atraviesa todos los casos
como sujeto político. Con una media continental de 19 años, su lenguaje mezcla
dignidad, soberanía y derechos sociales. Seis de cada diez jóvenes se declaran insatisfechos
con la democracia en funcionamiento, pero la mayoría sigue prefiriéndola como
ideal. De Dakar a Uagadugú, de Yamena a Antananarivo, emergen colectivos que
vinculan deuda, clima, recursos, migración con una misma consigna:
Independencia efectiva. África ensaya su segunda emancipación entre el
continuismo y la ruptura.


No comments:
Post a Comment