Monday, November 10, 2025

 ÁFRICA: ENTRE EL CONTINUISMO Y LA RUPTURA

Por: Javier F. Miranda Prieto

Simpatizantes del activista senegalés Ousmane Sonko y su candidato presidencial Diomaye Faye, símbolos de la
 juventud y de la ruptura con el viejo régimen, llenaban las plazas en Senegal durante la 
campaña electoral en 2024.

En la actualidad, África está emancipándose de los discursos que durante décadas la definieron desde fuera. En los últimos años, una oleada de procesos políticos -muy distintos entre sí- ha quebrado el relato occidental que divide el mundo entre democracias consolidadas y dictaduras inestables. En el continente, esas categorías se resquebrajan. “Democracia”, “golpe de Estado”, “autoritarismo”, todas adquieren sentido propio cuando se miran desde la historia colonial, la estructura económica y las aspiraciones populares de soberanía.

La antigua “Francafrique”, esa arquitectura poscolonial que durante más de medio siglo garantizó que París conservara influencia económica y militar en su antigua zona de dominio, se desmorona ahora a ojos vista: se deshilachan sus redes de clientela, los abusivos acuerdos asimétricos y el nocivo tutelaje militar. La caída de la hegemonía francesa en varios países de la región no es solo simbólica, implica el fin de un modelo donde élites locales necesitaban la dependencia a cambio de estabilidad.

En estos momentos, en capitales como: Bamako, Uagadugú o Niamey, el lenguaje político ya no habla de cooperación o continuidad sino de ruptura. En esos gobiernos, está bien interiorizado: que no hay independencia real mientras su oro o su uranio sirva para financiar a otros países.  

En el sahel, los procesos encabezados por Assimi Goitá (Mali), Ibrahim Traoré (Burkina Faso) y Abdourahamane Tiani (Níger) condensan la ruptura más nítida con el antiguo orden colonial. Desde el 2023, la Alianza de Estados del Sahel AES y su paso a la Confederación del Sahel establecieron mecanismos de defensa, diplomacia y cooperación económica. Por otro lado, Rusia -a través del Africa Corps- y China han ganado espacio e inversiones en seguridad e infraestructura, mientras Emiratos Árabes Unidos EAU y Turquía buscan anclajes logísticos y comerciales en el continente.

                 “En esos gobiernos, está bien interiorizado:

              que no hay independencia real mientras su oro

              o su uranio sirva para financiar a otros países”

Pero no es solo geopolítica, en barrios y aldeas crecen cooperativas, programas de alfabetización y brigadas comunitarias. Esta sensibilidad social explica el apoyo popular. En Mali y Burkina Faso, más del 70% de la gente aprueba la orientación soberanista. En Niamey, pese a las sanciones, persiste la idea que el origen de la junta militar fue una “reacción legitima frente a la humillación occidental”. El sahel funciona como un espejo para el resto del continente.

En Senegal, la ruptura llegó sin tanques y con multitudes jóvenes. La victoria electoral de Bassirou Diomaye Faye y Ousmane Sonko, en marzo de 2024, sintetizó un ciclo de movilizaciones populares que denunciaba corrupción, represión, continuidad y dependencia. “El pueblo senegalés no solo ha votado por un cambio de presidente, sino por un cambio de sistema”, declaró Sonko después de su liberación. El nuevo gobierno anunció la revisión integral de los contratos petroleros, ajustes al código minero y un programa de soberanía alimentaria a través de cooperativas rurales. En política exterior, Dakar estrecha lazos con la Alianza de Estados del Sahel AES y mantiene equilibrios con Turquía y China, a la vez que redefine su relación con la UE. El crecimiento estimado para este 2025 supera el 8%, pero la consiga oficial es clara: “No queremos crecimiento sino justicia social”. Esto refleja una tendencia más amplia: en África, lo democrático se valida con resultados tangibles.

Sudáfrica, por su parte, inauguró en 2024 un ciclo de coalición tras la pérdida de mayoría del CNA. La sociedad civil ha recuperado músculo y fiscaliza a un Estado golpeado por tres décadas de desigualdad, crimen y deterioro de servicios. El desempleo juvenil supera el 45%, la pobreza abarca más de la mitad de la población y la confianza en el sistema cayó -aunque el compromiso con la democracia sigue siendo mayoritario-. Miembro activo de los BRICS, el gobierno de Pretoria impulsa debates sobre alternativas financieras y se ofrece como puente entre la SADC -Comunidad de Desarrollo del África Austral- y el sahel. La pregunta que se hacen los sudafricanos ya no es ideológica, sino material ¿Puede el pluralismo político traducirse en servicios, empleo y seguridad?

                     “La caída de la hegemonía francesa

            en varios países de la región no es solo simbólica,

             implica el fin de un modelo donde élites locales

         necesitaban la dependencia a cambio de estabilidad” 

En Egipto, el “autoritarismo estabilizador” de AbdelFattah al-Sisi, luego de doce años, muestra fatiga. Las recetas del FMI han generado una devaluación y una inflación por encima del 30%, exigiendo recortes que elevan el costo de vida. El Cairo intensifica vínculos con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, mientras diversifica alianzas con Rusia y China en el marco de los BRICS. La legitimidad del régimen no descansa en urnas electorales competitivas sino en su promesa de estabilidad macro y megaproyectos; pero sin mejores salarios y más empleo, esa promesa pierde atractivo.

Etiopia, vive una paz incompleta y agotada. La firma del Acuerdo de Pretoria del 2022, no resolvió las disputas territoriales ni los choques étnicos en Amhara y Oromía; los desplazados internos por estos conflictos superan los 4 millones. El intento de reactivar el “milagro industrial” incorpora un acuerdo de acceso al puerto de Berbera en Somalilandia -provincia rebelde somalí-, lo que elevó tensiones con Somalia. La inflación ronda el 25% y la presión humanitaria condiciona cualquier reforma. Etiopía confirma que sin recomposición estatal -respeto a las minorías- no hay desarrollo ni democracia sostenible.

Mali, Burkina Faso y Níger, condensan la ruptura más nítida
con el antiguo orden colonial, la AES coordina mecanismos
de defensa, diplomacia y cooperación económica

Camerún y Costa de Marfil representan el límite de las democracias de baja intensidad. En Yaundé, Paul Biya con sus 92 años, fue nuevamente elegido en elecciones fraudulentas, mientras el conflicto anglófono continúa. En Abiyán, Alassane Ouattara sostiene crecimiento macro y cercanía con París y Washington, pero con desempleo juvenil elevado y libertades democráticas disminuidas. Ambos casos prolongan el continuismo, a través de un contrato postcolonial que intercambia estabilidad por subordinación y muestran por qué las juventudes descrean de las alternancias administradas desde arriba, apostando por la ruptura con el viejo sistema.

                   “En estos momentos, en capitales como:

                          Bamako, Uagadugú o Niamey,

              el lenguaje político ya no habla de cooperación

                          o continuidad sino de ruptura”

En Chad, Mohamat Idriss Déby consolidó en 2024 una sucesión dinástica bajo tutela militar y respaldo francés. El ejército chadiano es el más numeroso, mejor equipado y profesionalmente, con mayor preparación, del África subsahariana. Este país continúa como pivote logístico occidental en el sahel, mientras la pobreza supera el 45% y los servicios públicos colapsan. Las movilizaciones populares de 2022 y 2024, duramente reprimidas, dejaron una huella de duelo que erosiona la seguridad y el control. La continuidad del viejo guion francafricano convive con un malestar juvenil que observa, con atención, el modelo rupturista y emancipador iniciado en el sahel.

                   “En Mali y Burkina Faso, más del 70%

             de la gente aprueba la orientación soberanista.

                      El sahel funciona como un espejo

                          para el resto del continente”

Mozambique condensa el fallo del modelo extractivo. A las protestas postelectorales de 2024 -con centenares de muertos- se sumaron en las últimas semanas de octubre de este año, nuevas manifestaciones en Maputo y Beira contra la inflación y el fraude electoral, reprimidas con bala y al menos con 17 fallecidos. En paralelo, la región gasífera de Cabo Delgado acumula más de 850 mil desplazados por la insurgencia yihadista. Las operaciones de gas de grandes multinacionales avanza intermitentemente sin derramar beneficios sobre la población.

Madagascar sintetiza el agotamiento del viejo orden postcolonial y el nuevo ascenso generacional. En octubre de 2025, tras semanas de protestas por cortes de servicios, carestías y corrupción, el presidente Andry Rajoelina abandonó el país ante el avance de movilizaciones lideradas los jóvenes congregados por la llamada Gen Z Madagascar. La Unión Africana UA suspendió temporalmente a la isla, mientras un Consejo Militar de Transición prometió “comicios libres y sin tutela extranjera” para el 2026. Con tres de cuatro personas bajo la línea de la pobreza, la denuncia sobre la entrega de minas de tierras raras a consorcios extranjeros catalizó un reclamo más amplio de soberanía. La escena malgache anuda soberanía y justicia social, conectada con el pulso juvenil panafricanista.  

Como vemos, la juventud africana atraviesa todos los casos como sujeto político. Con una media continental de 19 años, su lenguaje mezcla dignidad, soberanía y derechos sociales. Seis de cada diez jóvenes se declaran insatisfechos con la democracia en funcionamiento, pero la mayoría sigue prefiriéndola como ideal. De Dakar a Uagadugú, de Yamena a Antananarivo, emergen colectivos que vinculan deuda, clima, recursos, migración con una misma consigna: Independencia efectiva. África ensaya su segunda emancipación entre el continuismo y la ruptura.

No comments:

Post a Comment