LA “EPIDEMIA” DE LA REELECIÓN PRESIDENCIAL:
EL CASO CAMERÚN
Como si fuera una voraz epidemia, que a lo largo de los años
ha venido minando el débil cuerpo democrático de algunos países africanos, el
virus de la “reelección presidencial”, ese mal endémico de las sociedades
caudillistas y poco institucionalizadas, ya ha cobrado más de una víctima entre
el elenco estable de los autócratas africanos. En las últimas semanas se han
reeditado esas mascaradas de elección popular, que no han convencido a nadie, pero
que solo ha servido para entronizar en el poder por tercera vez consecutiva al inefable
Alassane Ouattara en Costa de Marfil y consagrar por octavo periodo
presidencial al más longevo de los tiranos africanos, Paul Biya en Camerún.
El caso de Biya es particularmente revelador por el profundo
hartazgo de gran parte de la población camerunés, que durante semanas inundaron
las calles de las principales ciudades del país expresando su repudio por una
ilegal y corrupta reelección presidencial, continuando con más de cuatro décadas
de tiranía.
El lunes 27 de octubre, el Consejo Constitucional emitió los
resultados oficiales de las elecciones presidenciales del pasado día 12, en las
que, por octava vez, Paul Biya habría salido “vencedor” con un 53,66% de los votos.
Su principal rival, Issa Tchiroma Bakary, habría obtenido 35,19% de los
sufragios. A pesar de la oficialidad de estos datos, las cifras caben ponerlas
en condicional, pues, tal como denuncian la oposición y los pocos observadores
asistentes al proceso electoral, múltiples evidencias parecen demostrar la
existencia de un fraude electoral masivo. Colegios electorales donde la
participación superó el 100% o una participación especialmente abultada en las
zonas más partidarias a Biya y extremadamente bajas en los bastiones de la oposición,
son algunas de las muestras de la manipulación electoral.
“Paul Biya tiene actualmente 92 años,
siendo el líder no monárquico más longevo
del mundo. De cumplir su octavo mandato,
el presidente camerunés llegaría a los 99 años”
Las protestas empezaron nada más cerrarse los colegios
electorales, siendo especialmente relevantes en Garoua, la ciudad del norte del
país de donde es original el líder de la oposición Tchiroma. Con los días se
extendieron al resto de ciudades importantes como la capital Yuandé o el puerto
de Duala. Los protestantes llegaron a incendiar la sede el gobernante partido
Movimiento Democrático del Pueblo Camerunés. Para evitar su propagación y
circulación de imágenes de la brutal represión que se estaba llevando a cabo,
el gobierno de Biya optó por cortar el servicio de internet.
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| Las protestas empezaron apenas cerraron las votaciones. Según la oposición al menos 20 personas habrían fallecido. |
Hasta ahora, las cifras de los muertos y detenidos no están
del todo claras, según la oposición, al menos veinte personas habrían fallecidos
por la represión policial. Los detenidos se cuentan por centenares, y el gobierno
ha anunciado que se enfrentarán a un tribunal militar donde serán juzgados injustamente
por “insurrección” o “incitación a la rebelión”.
Paul Biya tiene actualmente 92 años, siendo el líder no monárquico
más longevo del mundo. De cumplir su octavo mandato, el presidente camerunés
llegaría a los 99 años. Esto contrasta extremadamente con la media de la
población del país, que se acerca a los 18 años, por lo que se calcula que solo
un 10% de la población había nacido antes de la llegada de Biya al poder en
1982. A su vez, este tirano lleva ya 43 años al frente del país, siendo el
segundo jefe de Estado con más años en el cargo no solo en África, sino en todo
el mundo. En esa clasificación le supera solo el presidente de la vecina Guinea
Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, con 46 años como dictador.
“Veinte personas habrían fallecidos por la
represión policial. Los detenidos se cuentan
por centenares, y el gobierno ha anunciado
que se enfrentarán a un tribunal militar”
Desde su llegada al poder, Biya ha basado su gobierno en un
control absoluto de las estructuras del Estado, en sus manos y en las de una
reducida élite, así como el uso sistemático del miedo y la represión contra
cualquier forma de disidencia política. Aunque, desde 1992, Camerún celebra
oficialmente elecciones multipartidarias, estás lejos de ser un verdadero
ejercicio democrático, se han convertido en una herramienta de legitimidad. En
todas y cada una de las elecciones celebradas desde entonces se han producido
comprobadas acusaciones de fraude. Inevitables características del letal virus
de la “reelección presidencial”.
Al fraude electoral, se suma otra sintomatología de esta “epidemia”,
la constante represión contra los opositores, activistas y periodistas, que a
menudo son juzgados por Tribunales Militares. A su vez, el gobierno utiliza
diferentes estrategias para evitar la candidatura de “opositores incomodos”,
dejando vía libre a los que no considera un peligro para aparentar una
verdadera competencia. Pero en estas elecciones esta estrategia le salió mal.
Tras invalidar sin grandes argumentos al histórico opositor
de Biya, Maurice Kamto, la competencia le salió dentro de sus filas. Tras más
de treinta años como funcionario del gobierno de Biya, su antiguo ministro Tchiroma
decidió presentarse a las elecciones como una opción de cambio, canalizando
gran parte del voto que correspondía a Kamto. Tchiroma resultó menos domable de
lo que preveía Biya, pues incluso rechazó su oferta de ser primer ministro si
aceptaba los resultados electorales.
“Francia es el mayor
interesado en que el gobierno
de Biya no caiga. Para
ello, lleva años aportando
apoyo logístico y
formación al ejército camerunés”
Por otra parte, las fuerzas de seguridad camerunesas tienen
una larga experiencia en la represión contra la población civil. Durante años
han llevado a cabo una brutal represión contra la autoproclamada República
Federal de Ambazonia, territorio de habla inglesa que reclama su
autodeterminación. Aunque los abusos son similares en ambos bandos, el ejército
ejecuta una política de exterminio contra la población civil, lo que incluye
destrucción de aldeas y de infraestructura básica como escuelas y hospitales.
Se calcula que en este conflicto habrían fallecido en la última década más de
6,500 personas.
Todo este historial de violaciones de los derechos humanos y
democráticos, no ha impedido que Francia, antigua metrópoli colonial, siga
considerando a Camerún como uno de los principales socios estratégicos del
continente. Tras los golpes militares en el sahel (Burkina Faso, Níger y Mali)
y un resentimiento generalizado contra sus prácticas coloniales, Francia es el
mayor interesado en que el gobierno de Biya no caiga. Para ello, lleva años
aportando apoyo logístico y formación al ejército camerunés. En el 2022,
Emmanuel Macron visitó Camerún para fortalecer los lazos bilaterales, lo que
incluye la inversión de empresas francesas en prácticamente la totalidad de los
sectores económicos estratégicos. Olvidó, en cambio hacer alguna mención a las
violaciones de los derechos humanos o a la inexistencia de un sistema
democrático.
Tras más de cuatro décadas de férreo control del poder, Biya
vive actualmente uno de los momentos más tensos de su carrera política. Su
control se basa principalmente en el ejército, el cual, como ya hemos visto
recientemente en otros países como Madagascar, podría considerar tomar el mando
si evalúa que Biya no es capaz de garantizar la estabilidad del país. Lo cierto
es que los cameruneses, seguirán en las calles durante las siguientes semanas,
conscientes del importante papel que cumple la presión popular en determinar si
ha llegado el fin del longevo gobierno autoritario y represivo de Biya y para poder
combatir y exterminar esa nociva y perversa “epidemia de la reelección
presidencial”.


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