YIHADISMO EN EL SAHEL:
¿QUÍEN ES EL AGRESOR?
La región africana del sahel atraviesa una grave crisis
marcada por la violencia yihadista (ejercida por grupos extremistas islámicos),
la pobreza, la inestabilidad política y el surgimiento de gobiernos
nacionalistas y panafricanistas, que han generado una fuerte oposición entre
sus antiguos aliados occidentales. Burkina Faso, Mali y Níger se han
consolidado como el principal foco del yihadismo a nivel global, a la vez que
esta amenaza se extiende progresivamente hacia el sur, afectando en distinta
medida a cuatro países costeros del Golfo de Guinea -Costa de Marfil, Ghana,
Togo y Benín-. Todo ello ocurre en un contexto de creciente competencia
geopolítica entre actores externos, como Rusia, China, Turquía, Emiratos Árabes
Unidos y la dupla occidental de Francia y Estados Unidos, por ampliar su
presencia e influencia en África Occidental, un espacio crecientemente
estratégico a escala global.
La matriz del yihadismo mundial se originó en el Medio
Oriente, con la creación del Estado Islámico (entre la frontera de Irak y
Siria), llevándolos, a partir de 2010, a una situación de debilidad y crisis de
liderazgo, debiendo de desplazar sus acciones armadas hacia sus otras filiales
o entidades regionales a fines. De entre éstas, las presentes en África estaban
ganado fuerza y protagonismo. De los cinco principales focos de inestabilidad
en el continente africano (cuenca del lago Chad, Norte de África, Sahel,
Somalia y Mozambique) el sahel central estaba experimentando la mayor escalada
de violencia vinculada a actores yihadistas en los últimos años. En 2009, las
muertes relacionadas con el terrorismo en la región representaban solo el 1%
del total mundial, mientras en el 2025 esta cifra ha llegado al 51%. Asimismo,
estos grupos insurgentes ejercen un creciente control sobre determinados
territorios del continente. Así, desde 2023, el sahel se consolida como el
principal foco de actividad yihadista global.
Desde hace trece años, estos grupos yihadistas concentraron
inicialmente sus ataques en el norte de Mali, aprovechando la insurgencia
tuareg de 2012, así como los flujos de armas y combatientes llegados desde
Libia tras la caída del régimen de Gadafi. Sin embargo, a partir de 2014,
aumentaron su frecuencia también en Níger y con especial intensidad, en Burkina
Faso. Desde el 2020, se observa un progresivo efecto contagio más allá de esta
región africana. El sahel alberga un mosaico de grupos terroristas que siguen
una lógica de expansión hacia las costas del Océano Atlántico (Golfo de
Guinea). En definitiva, no solamente la amenaza se ha intensificado, sino que
también ha aumentado su alcance geográfico, tanto en los países que conforman
el sahel central como a nivel regional, en África occidental.
“De los cinco principales focos de
inestabilidad en el continente africano
(cuenca del lago Chad, Norte de África,
Sahel, Somalia y Mozambique)
el sahel central estaba experimentando
la mayor escalada de violencia vinculada
a actores yihadistas en los últimos años”
En la actualidad, la totalidad de los actores yihadistas en
la región pertenecen a la órbita de las dos principales ramas del yihadismo
global: al-Qaeda y Estado Islámico o Daesh en árabe. Los
actores más importantes son la coalición Grupo
de Apoyo al Islam y a los Musulmanes JNIM, por sus siglas en árabe, filial
de al-Qaeda y en menor medida, la Provincia
del Estado Islámico del Sahel ISSP, según sus siglas en inglés. Ambos
compiten entre sí por influencia y control territorial, particularmente en el
área de la triple frontera entre Burkina Faso, Níger y Mali.
La coalición JNIM, conformada por bandas armadas como Ansar
Dine o Al Morabitoun, es el actor más activo, ya que concentra el 66% de la
participación en las acciones terroristas desde 2020. Esta predominancia y
ascenso se explica por su fuerte arraigo comunitario y por haber establecido
mecanismos locales de financiamiento sostenible.
Sin embargo, a la amenaza yihadista hay que sumarle otro
vector a la crisis en el sahel. Desde 2020, esta estratégica región, ha
experimentado una serie de golpes de Estado y cambio de régimen político de
tono nacionalista y panafricanista. Primero en Mali (agosto 2020 y mayo 2021),
luego en Burkina Faso (enero y setiembre 2022), y por último, en Níger (julio
2023). Pese a las diferencias entre contextos nacionales, existe un denominador
común: las tres juntas militares explotaron agravios históricos no resueltos
contra Francia y contra occidente en general, capitalizando el legítimo
descontento generalizado de la población -en particular de la juventud-, presentándose
como la única solución para traer seguridad y desarrollo económico, ante la
incapacidad manifiesta de los gobiernos anteriores, regímenes corruptos y adictos a los
mandatos de occidente, que no cumplieron
con las funciones básicas del estado.
Estos gobiernos militares han creado un proyecto de cambio
socio-político que generó arraigo popular y
una fuerte oposición y preocupación en las potencias occidentales.
“Los actores más importantes son:
Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes
JNIM, filial de al-Qaeda y en menor medida,
la Provincia del Estado Islámico del Sahel ISSP.
Ambos compiten entre sí por influencia
y control territorial, particularmente
en el área de la triple frontera entre
Burkina Faso, Níger y Mali”
En este marco, las juntas militares dieron un cambio radical
a su política exterior, estrechando lazos con Rusia, China, Emiratos Árabes
Unidos y Turquía e interrumpiendo abruptamente la cooperación con Francia,
Estados Unidos y otros socios europeos, con quienes las relaciones se
encuentran en su peor momento desde la independencia en 1958, en el caso de
Burkina Faso, y en 1960, en Mali y Níger.
Los tres países del sahel se unieron en la llamada Alianza de
los Estados del Sahel AES, promoviendo alianzas militares, políticas y
comerciales con Rusia, China, Irán e incluso con Corea del Norte, quien enviará
una dotación de soldados de elite norcoreanos para conformar las escoltas
personales de los líderes burkineses, lo que, de profundizarse el rechazo a las
políticas pro-occidentales, se estarían cerrando para siempre las puertas de
África.
![]() |
| El Sahel es una vasta región africana, situada entre el desierto del Sáhara al norte y la sabana subsahariana por el sur. Se extiende del Océano Atlántico hacia el Mar Rojo. |
Se sabe que el sahel es importante para occidente, porque los
países de la región, especialmente Niger, es esencial para ayudar a detener la
migración ilegal hacia Europa. Por otra parte, Francia está deseosa de seguir
manteniendo su dominio económico sobre sus antiguas colonias, que se ve
amenazado por el creciente sentimiento antifrancés en muchas de ellas,
particularmente en Burkina Faso, Mali y Chad. El interés de los Estados Unidos
radica principalmente en la seguridad. Washington tiene una base de drones de
100 millones de dólares y mil soldados en la ciudad nigerina de Agadez. El
gobierno de Níger ha solicitado a EE.UU que retire sus tropas y cierre la base.
Sin mencionar los ingentes recursos naturales que posee estos países africanos:
petróleo, gas natural, litio, tierras raras, que son muy apetecibles para
occidente.
Asimismo, con la expulsión de Francia de la mayoría de sus
antiguas colonias en el sahel y la creciente influencia de estas sobre Moscú,
Estados Unidos se enfrenta a un gran dilema. Ante la ausencia de EE.UU y
Francia en la región, Rusia y en algunos casos Irán, están ocupando el vacío de
poder. Eso pone gravemente en peligro su influencia en la región.
“Los dos principales grupos subversivos
que operan en esta región africana
han resurgido con un fervor renovado,
como si un nuevo financista estuviera
colaborando e impartiendo órdenes
como el verdadero y único agresor”
Ante este panorama, es evidente que Washington no está
dispuesto a permitir que esta nueva alianza política-militar en el sahel se
consolide y pueda incluir otras naciones, como Chad, Senegal o Guinea Conakry. Ante
este escenario de fragilidad y de amenaza, por parte de las potencias occidentales, de tratar de recuperar la iniciativa política en la región, coincidentemente, los
grupos yihadistas han intensificado su actividad violentista, ampliado su radio
geográfico de acción. Los dos principales grupos subversivos que operan en esta
región africana han resurgido con un fervor renovado, como si un nuevo financista
estuviera colaborando e impartiendo órdenes como el verdadero y único agresor.
Cada vez es más evidente, que mientras los países de la AES
resisten la envestida de los grupos terroristas, que generan decenas de muertos
en el norte de Burkina Faso, centro y norte de Mali, y noreste de Níger, donde
aldeas enteras son atacadas dejando numerosos muertos, las inteligencias
occidentales trabajan a toda velocidad para desestabilizar desde el interior a los
ejércitos de estos países africanos, fraguando divisiones dentro de la cúpula
militar, como se vio a principios de año en Mali y Burkina Faso o auspiciando
asonadas castrenses como en el caso de Níger, acciones veladas o no tan
veladas, que favorecen así el accionar de las bandas yihadistas.
“Los tres países del sahel se unieron
en la llamada Alianza de los Estados
del Sahel AES, promoviendo alianzas
militares, políticas y comerciales con Rusia,
China, Irán e incluso con Corea del Norte”
En el caso de las denuncias en Bamako, se anunció la
detención de un agente francés que operaba como nexo entre la inteligencia
francesa y algunos sectores políticos, económicos y de las fuerzas armadas
opositoras a la junta militar de gobierno. Por su parte, las autoridades de
Burkina Faso informaron la detención en la capital, Uagadugú, de otro ciudadano
francés a fines de julio, que utilizaba como fachada un empleo en una ONG,
desde donde aportaba información y asesoramiento a los bolsones golpistas del ejército.
Desde 2020, la evolución de la amenaza yihadista en el sahel
en particular y en el África occidental en general, ha seguido dos tendencias
principales: por un lado, la intensificación de la violencia en los países
miembros de la AES, con un creciente control territorial por parte del JINM, y
más recientemente, del ISSP; por otro lado, su progresiva expansión hacia
algunos Estados del Golfo de Guinea, especialmente Benín, Togo y Costa de
Marfil. Aunque, en estos países, los grupos insurgentes no han replicado -por
ahora- sus estrategias de expansión territorial, su actividad ha crecido de
forma sostenida y Ghana experimenta ya efectos indirectos de sus actividades
transfronterizas.
Pero la constatación principal del origen de este nuevo
impulso violentista de las bandas insurgentes en el sahel, proviene del
verdadero agresor en este conflicto, los únicos que quieren detener la marea de
cambios que amenaza arrasar para siempre la perversa voluntad colonial de los
Estados Unidos y Francia.


No comments:
Post a Comment