Thursday, November 6, 2025

EL SÁHARA OCCIDENTAL Y LA TRAICIÓN DE MOSCÚ Y PEKÍN

Por: Javier F. Miranda Prieto

El viernes 31 de octubre pasará a la historia como el día que las NN.UU legitimaron de facto el Plan de Autonomía
de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, gracias a la traición que China y Rusia orquestaron 
contra el heroico pueblo saharaui.

El pueblo saharaui lleva medio siglo esperando y luchando por poder decidir su futuro. La semana pasada, las grandes potencias hegemónicas de la ONU -Estados Unidos, Rusia y China- no solo le dieron la espalda a sus reivindicaciones históricas, si no, que además, le arrebataron la posibilidad de ejercer el derecho a la autodeterminación en un futuro. La monarquía marroquí logró el respaldo diplomático que buscaba y necesitaba. ¿Qué poderosos intereses hicieron posible esta inesperada decisión?

Durante décadas, Marruecos ha venido cultivando una política exterior meticulosa, discreta y persistente, orientada a la construcción de una legitimidad que justificara su proyecto de anexión del Sáhara Occidental. El conflicto que comenzó tras el abandono de España de su antigua colonia en 1975, había quedado encallado en un callejón diplomático sin salida. Pero el Palacio Real de Rabat, lejos de conformarse con el inmovilismo, apostó por una vía distinta: convencer a los grandes actores del tablero internacional de que su plan de autonomía bajo soberanía marroquí era la única opción viable.

Para ello, la dictadura de Mohamed VI fue entretejiendo acuerdos económicos, militares y estratégicos con actores aparentemente antagónicos, con Estados Unidos, Rusia, China e incluso Israel. En paralelo, Rabat invirtió fuertemente en el desarrollo del territorio ocupado: carreteras, puertos, energía solar y grandes inversiones extranjeras sirvieron para normalizar una ocupación que casi nadie parecía cuestionar.

Con el gobierno de Pekín, Marruecos profundizó una relación que va mucho más allá de los vínculos comerciales. China ha encontrado en Marruecos una puerta de entrada al África occidental. A través de su iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, ha financiado infraestructura clave en Casablanca, El Aaiún y Dajla. Además, Marruecos se convirtió en proveedor de fosfatos y metales raros fundamentales para la industria tecnológica china. A cambio, recibió inversiones, tecnología y  respaldo en foros multilaterales.

          “El respaldo al “Plan Marroquí” dejó al desnudo

          lo que de verdad defienden las grandes potencias”

Moscú, por su parte, ha visto en Rabat un socio útil en el norte de África. Si bien no habido un pacto militar formal, sí han existido intercambios de entrenamiento, cooperación en seguridad y venta de armamento ligero. La discreta relación entre Rusia y Marruecos también le permitió a Putin ganar influencia en la región sin comprometerse abiertamente con Argelia, un tradicional y antiguo aliado de la hoy desaparecida Unión Soviética.

En la resolución se descarta la autodeterminación para el 
pueblo saharaui. El Sahara Occidental estaría bajo la
soberanía de Marruecos


El caso más llamativo es el de Israel. Tras los “Acuerdos de Abraham” y el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara durante el primer mandato de Donald Trump, Marruecos e Israel reforzaron su cooperación en ámbitos como la ciberseguridad, la inteligencia, la industria militar y la tecnología de vigilancia. Esta alianza con implicaciones profundas, ofreció a Rabat a acceso a tecnología militar de última generación y a la bendición de Washington. Todo este tejido de alianzas tenía un objetivo común: construir una red de apoyos geopolíticos que garantizara el respaldo -o al menos la neutralidad- de las grandes potencias en litigio cuando llegara el momento de la verdad. Y ese momento llegó en la última sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la semana pasada.   

En efecto, el viernes 31 de octubre pasará a la historia como el día que las Naciones Unidas legitimaron de facto el plan de autonomía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. La resolución, redactada por los Estados Unidos, fue aprobada por 11 votos a favor, con la abstención de Rusia, China y Mozambique, y la ausencia de Argelia, que decidió no participar en el siniestro contubernio como forma de protesta.

                “Trump, Putin y Xi “aplauden” sin palabras

                   el fin del derecho a la autodeterminación

                                  del pueblo saharaui”

El texto renovaba por un año más de la inoperativa MINURSO -la misión de la ONU en territorio saharaui- pero introducía un giro clave: establecía que las negociaciones futuras se basarían en la propuesta marroquí como único marco posible. En la práctica, esto significa descartar de forma definitiva la autodeterminación para el pueblo saharaui. Los saharauis estarían bajo la soberanía de Marruecos y de las Fuerzas Armadas marroquíes.

Muchos esperaban que Moscú y Pekín frenaran, con su derecho de veto, esta resolución que consolida la posición marroquí sobre el Sáhara Occidental. No ocurrió así, sino todo lo contrario. Ambos países se abstuvieron, lo que en la práctica fue una forma explícita de dar luz verde al plan impuesto por Estados Unidos sin, supuestamente, ensuciarse las manos. Es la estrategia clásica del “no bloqueo”, que ya han empleado antes cuando la decisión favorece sus intereses indirectamente o les evita enemistades innecesarias.

Pero, ¿por qué no votaron en contra? Las razones -ajenas a cualquier consideración ética o legal sobre el derecho a la autodeterminación de los saharauis- son también económicas y geopolíticas.

China, por ejemplo, ha reforzado sus vínculos con Marruecos en la última década en múltiples frentes. No solo importa grandes cantidades de fosfatos -clave para su producción agrícola- sino que también ha invertido en infraestructura vial, muchas situadas en pleno territorio saharaui ocupado. El plan de autonomía marroquí ofrece a Pekín, por lo tanto, una “normalización” de sus intereses económicos en la zona.

                    “Marruecos sella su victoria en la ONU

                    sin disparar una sola bala. Solo le bastó

                           la traición de Moscú y Pekín”

Por su parte Rusia, aunque históricamente mantiene buenas relaciones con Argelia (aliado incondicional de los saharauis en el Magreb) ha decidido no jugar fuerte en esta partida. Necesita a Marruecos como actor estable en esta región convulsa y paga así, la postura neutral de Marruecos, ante la guerra en Ucrania. A ello se suma el interés ruso por aumentar su influencia en el África Occidental, donde Rabat puede actuar como puente y aliado. Moscú, elige una “abstención cómoda” que le permite quedar bien con todos...menos con los saharauis.

Ambos países, además, están profundamente interesados en proyectar la imagen de “potencias globales constructivas” que no bloquean resoluciones multilaterales. Pero esta postura revela, lo que ya muchos sospechan: ni China ni Rusia son garantes de los derechos de los pueblos, su traición a la causa saharaui evidencia que son actores que responden, como todas las grandes potencias capitalistas, a sus propios cálculos mercantiles y geopolíticos.

             “Las negociaciones futuras solo se basarían

                  en la propuesta marroquí como único

                                   marco posible”

Este no es, en efecto, el primer caso en que Rusia y China dejan que se apruebe una resolución que conlleva consecuencias dramáticas a un país del sur global. En 2011, ambos países se abstuvieron en la votación de la ONU que dio comienzo a la brutal intervención militar de la OTAN en Libia, bajo la excusa infame de proteger a la población civil.

El resultado fue el derrocamiento de Muamar el Gadafi, el colapso del Estado libio y el inicio de una guerra civil que, aun hoy, sigue desangrando a ese país. Entonces, como ahora, la abstención de Moscú y Pekín permitió a las potencias occidentales intervenir en Libia contando con cobertura legal. Años más tarde, Rusia se quejaría de haber sido “engañada” por Washington, pero lo cierto es que su abstención abrió la puerta a una operación que destruyó a uno de los Estados más desarrollados de África.

El paralelismo ahora con el Sáhara Occidental es evidente. Ambos casos muestran que, cuando se trata de defender el derecho internacional frente a los intereses de las grandes potencias, los discursos se diluyen y las abstenciones hablan más fuerte que cualquier tipo de causa justa. La heroica y justa causa del pueblo saharaui por su independencia, hoy debe de estar más viva que nunca, los pueblos africanos, del sudeste asiático y los latinoamericanos están con ellos, a pesar de la traición de Moscú y Pekín.    

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