Friday, October 31, 2025

ÁFRICA, EL FMI

Y EL DESPERTAR DE LA CALLE

Por: Javier F. Miranda Prieto

La imposición de un fuerte ajusto fiscal por parte del FMI, generó en las calles de Nairobi, Kenia, varias semanas de multitudinarias protestas. Movilizaciones similares se vivieron en muchas capitales africanas,
visibilizándose una situación parecida a las vividas afines del siglo pasado. 

Durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, el continente africano fue uno de los mayores destinatarios de los llamados Planes de Ajuste Estructural diseñados por el Fondo Monetario Internacional FMI y el Banco Mundial. El objetivo era combatir la imposibilidad de muchos países de pagar el servicio de sus inmensas deudas con la imposición de severas medidas para recortar el gasto público, liberalizar sus economías y llevar a cabo privatizaciones masivas. Su impacto fue devastador: aumento de los índices de pobreza y desigualdad y desmantelamiento de los servicios públicos.

Al tiempo que los grandes organismos económicos multilaterales imponían su voluntad a los gobiernos africanos, las calles de muchos países se convirtieron en el escenario de masivas muestras de resistencia como huelgas generales, manifestaciones o acciones de desobediencia, respondidas a menudo con una severa y brutal represión.

Tres décadas después, el recuerdo de aquellos años sigue muy vivo en la memoria de muchos africanos y, en medio de una nueva y grave crisis de deuda externa, los programas de ajuste impuestos desde Washington -sede del FMI- vuelven a estar en el centro del debate, convirtiéndose  en uno de los principales motivos de las grandes protestas sociales llevadas a cabo en países como Kenia, Angola o Nigeria.

De entre estas, probablemente las de mayor cobertura mediática han sido las ocurridas en Kenia, especialmente cuando las imágenes del parlamento en Nairobi quemado por los manifestantes, consiguieron un espacio en los principales telediarios del mundo en 2024. La respuesta del recién inaugurado gobierno de William Ruto fue el despliegue del ejército y el uso de municiones para dispersar a los manifestantes.

              “Los programas de ajuste del FMI, tuvieron un

                impacto devastador: aumento de los índices

            de pobreza y de desigualdad y desmantelamiento

                              de los servicios públicos” 

El motivo de estas protestas fue la aprobación de un proyecto de ley para la creación de nuevos impuestos sobre productos básicos como: el pan, el aceite y útiles de limpieza personal. Para muchos kenianos ya muy afectados por la crisis económica, volvían a ser las personas de menores recursos quienes pagaban los mayores efectos de estos ajustes. De entre todas las proclamas y pancartas, una sobresalía sobre el resto: “FMI out of Kenya”.

Según el propio presidente, el objetivo era “sacar a Kenia del borde del catastrófico abismo de la deuda”. En concreto, gran parte de esa deuda derivaba del “programa de reforma” del FMI de 2021 dotado con 2,400 millones de dólares ampliados luego a 3,600, desembolsados en varias fases en función del cumplimiento de las condiciones impuestas. Bajo diversos eufemismos, se trataba de medidas ya conocidas: subidas de impuestos, recorte de subsidios, control de gasto público y privatizaciones.

             “Un caso muy parecido lo representa Nigeria,

                     donde las políticas de ajuste del FMI

          también han puesto el foco en los subsidios sobre

               los combustibles. En este caso se trata del

        mayor productor y exportador de petróleo de África”

Tras semanas de levantamiento popular y una represión brutal con más de 50 muertos, el gobierno keniano se vio obligado a echar marcha atrás en el proyecto de ley. En su lugar, el gobierno optó por un importante recorte presupuestario para compensar los ingresos previstos. Estos nuevos recortes estarían dirigidos a sectores sociales como: salud, educación, transporte, infraestructura y subsidios a las familias pobres. La tijera de la austeridad fiscal volvía a afectar a los más necesitados.

Los ajustes del FMI están dirigidos contra los subsidios que
benefician a las familias más pobres. La austeridad
fiscal, volvía a afectar a los más necesitados.

Para el FMI “el rechazo a las medidas de ajuste desafiaban los esfuerzos de consolidación fiscal en curso”. Es decir, por un lado presionaba a Kenia para continuar con los planes de ajuste, y por otro lado echaba balones fuera al poner el foco de las protestas en el gobierno keniano y no en sus propias exigencias. No le faltaba en parte razón, pues la violenta respuesta estatal y el retroceso democrático que denunciaban muchos kenianos, convirtieron estas reivindicaciones económicas en una verdadera revuelta para el gobierno. 

Kenia, como aliado clave de Europa y los Estados Unidos en la región este de África, las críticas al gobierno de Nairobi fueron mínimas, limitadas a tímidas declaraciones de preocupación. A pesar de ello, este país africano se ha convertido en un caso paradigmático de la resistencia popular a las exigencias del FMI y en un modelo de cómo estas pueden acabar provocando un profundo cuestionamiento a todo el sistema político y económico.

                “Tras semanas de levantamiento popular

            y una represión brutal con más de 50 muertos,

              el gobierno keniano se vio obligado a echar

                     marcha atrás en el proyecto de ley”

Angola en pleno verano africano, fue escenario de una fuerte resistencia a las medidas impuestas por los grandes organismos financieros mundiales. En julio, una huelga de tres días convocada por asociaciones de taxistas y buses en Luanda, contó desde el principio con un gran apoyo popular, extendiéndose a la mayor parte del país y convirtiéndose en una verdadera revuelta contra el gobierno.  Tal como ocurrió en Kenia, las protestas fueron reprimidas con dureza y las mismas autoridades angoleñas reconocieron hasta más de 25 fallecidos, cerca de dos centenares de heridos y más de mil detenidos.

La chispa que encendió este malestar popular fue la decisión del gobierno de aumentar en un 33% el precio del diésel, medida de gran repercusión en los bolsillos del conjunto de ciudadanos. A su vez, sectores como el agrícola o el de los transportes son altamente dependientes de los subsidios a este combustible, los cuales, según el propio gobierno, representan el 4% del PBI. Angola es en la actualidad el tercer mayor productor de petróleo en el continente, y este representa un 95% de las exportaciones y un 60% de los ingresos.

Los cinco principales países africanos prestatarios del FMI,
representan más del 40% de los prestamos del FMI a África

“La eliminación de los subsidios es muy importante para asegurar la consolidación fiscal”, aseguraba el FMI para justificar la implementación de esta impopular medida económica. Angola debe aproximadamente unos 3,600 millones de dólares al FMI y el conjunto de su deuda pública alcanza más del 70% de su PBI. La eliminación del subsidio y la consiguiente subida de los precios del combustible, tuvieron un espectacular impacto de la economía doméstica de los angoleños, lo que ocasionó que diversas organizaciones sindicales y colectivos estudiantiles salieran en forma masiva a las calles durante los últimos cuatro meses, expresando su repudio a las medidas de ajuste económico y a la clase dirigente del país. 

Al mismo tiempo las grandes empresas y las elites relacionadas con el gobernante Movimiento Popular de Liberación de Angola MPLA, partido político que está en el poder desde su independencia, siguen recibiendo ingentes beneficios procedentes del petróleo, lo que refuerza las desigualdades sociales. Todo ello ha creado un marco más amplio de descontento social que no se limita a cuestiones económicas puntuales, sino que rechaza todo un modelo de Estado y gobernanza liderado por el mismo partido que desde 1975 ha perpetuado la concentración de la riqueza en pocas manos.

                “Angola es en la actualidad el tercer mayor

                     productor de petróleo en el continente,

               y este representa un 95% de las exportaciones

                              y un 60% de los ingresos”

Un caso muy parecido lo representa Nigeria, donde las políticas de ajuste del FMI también han puesto el foco en los subsidios sobre los combustibles. En este caso se trata del mayor productor y exportador de petróleo de África. Los efectos de esta medida fueron muy duros para muchos ciudadanos, resultando en un espectacular aumento del costo de vida y una gran caída de su poder adquisitivo. Las protestas no se hicieron esperar, y gran parte de la sociedad nigeriana salió a las calles durante este verano. La respuesta fue más de lo mismo, pues, según denunció Amnistía Internacional, hasta 24 personas fallecieron por disparo de la policía.

Situaciones similares se han vivido durante los últimos meses en muchos países africanos, visibilizándose una situación extremadamente parecida a las vividas afines de siglo. Las políticas de ajuste son percibidas como una imposición externa  y una pérdida de soberanía, sirviendo como catalizador para aglutinar un malestar social generalizado en el que fluyen demandas económicas, de justicia social, democráticas y de hartazgo ante el sistema político. Con una población muy joven y el uso de las redes sociales, las protestas y movilizaciones adquieren ahora una fuerza renovada, por lo que habrá que estar atento a la redición y continuación del despertar de la calle.

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