ÁFRICA, EL FMI
Y EL DESPERTAR DE LA CALLE
Durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado,
el continente africano fue uno de los mayores destinatarios de los llamados
Planes de Ajuste Estructural diseñados por el Fondo Monetario Internacional FMI
y el Banco Mundial. El objetivo era combatir la imposibilidad de muchos países
de pagar el servicio de sus inmensas deudas con la imposición de severas
medidas para recortar el gasto público, liberalizar sus economías y llevar a
cabo privatizaciones masivas. Su impacto fue devastador: aumento de los índices
de pobreza y desigualdad y desmantelamiento de los servicios públicos.
Al tiempo que los grandes organismos económicos multilaterales
imponían su voluntad a los gobiernos africanos, las calles de muchos países se
convirtieron en el escenario de masivas muestras de resistencia como huelgas
generales, manifestaciones o acciones de desobediencia, respondidas a menudo
con una severa y brutal represión.
Tres décadas después, el recuerdo de aquellos años sigue muy
vivo en la memoria de muchos africanos y, en medio de una nueva y grave crisis
de deuda externa, los programas de ajuste impuestos desde Washington -sede del
FMI- vuelven a estar en el centro del debate, convirtiéndose en uno de los principales motivos de las grandes
protestas sociales llevadas a cabo en países como Kenia, Angola o Nigeria.
De entre estas, probablemente las de mayor cobertura mediática
han sido las ocurridas en Kenia, especialmente cuando las imágenes del
parlamento en Nairobi quemado por los manifestantes, consiguieron un espacio en
los principales telediarios del mundo en 2024. La respuesta del recién inaugurado
gobierno de William Ruto fue el despliegue del ejército y el uso de municiones
para dispersar a los manifestantes.
“Los programas de ajuste del FMI, tuvieron un
impacto devastador:
aumento de los índices
de pobreza y de desigualdad y desmantelamiento
de los servicios públicos”
El motivo de estas protestas fue la aprobación de un proyecto
de ley para la creación de nuevos impuestos sobre productos básicos como: el
pan, el aceite y útiles de limpieza personal. Para muchos kenianos ya muy
afectados por la crisis económica, volvían a ser las personas de menores
recursos quienes pagaban los mayores efectos de estos ajustes. De entre todas
las proclamas y pancartas, una sobresalía sobre el resto: “FMI out of Kenya”.
Según el propio presidente, el objetivo era “sacar a Kenia
del borde del catastrófico abismo de la deuda”. En concreto, gran parte de esa
deuda derivaba del “programa de reforma” del FMI de 2021 dotado con 2,400
millones de dólares ampliados luego a 3,600, desembolsados en varias fases en
función del cumplimiento de las condiciones impuestas. Bajo diversos
eufemismos, se trataba de medidas ya conocidas: subidas de impuestos, recorte
de subsidios, control de gasto público y privatizaciones.
“Un caso muy parecido lo representa Nigeria,
donde
las políticas de ajuste del FMI
también han puesto el foco en los subsidios
sobre
los
combustibles. En este caso se trata del
mayor productor y exportador de petróleo de África”
Tras semanas de levantamiento popular y una represión brutal con más de 50 muertos, el gobierno keniano se vio obligado a echar marcha atrás en el proyecto de ley. En su lugar, el gobierno optó por un importante recorte presupuestario para compensar los ingresos previstos. Estos nuevos recortes estarían dirigidos a sectores sociales como: salud, educación, transporte, infraestructura y subsidios a las familias pobres. La tijera de la austeridad fiscal volvía a afectar a los más necesitados.
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| Los ajustes del FMI están dirigidos contra los subsidios que benefician a las familias más pobres. La austeridad fiscal, volvía a afectar a los más necesitados. |
Para el FMI “el rechazo a las medidas de ajuste desafiaban los esfuerzos de consolidación fiscal en curso”. Es decir, por un lado presionaba a Kenia para continuar con los planes de ajuste, y por otro lado echaba balones fuera al poner el foco de las protestas en el gobierno keniano y no en sus propias exigencias. No le faltaba en parte razón, pues la violenta respuesta estatal y el retroceso democrático que denunciaban muchos kenianos, convirtieron estas reivindicaciones económicas en una verdadera revuelta para el gobierno.
Kenia, como aliado clave de Europa y los Estados Unidos en la región este de África, las críticas al gobierno de Nairobi fueron mínimas, limitadas a tímidas declaraciones de preocupación. A pesar de ello, este país africano se ha convertido en un caso paradigmático de la resistencia popular a las exigencias del FMI y en un modelo de cómo estas pueden acabar provocando un profundo cuestionamiento a todo el sistema político y económico.
“Tras semanas de levantamiento popular
y una represión brutal
con más de 50 muertos,
el gobierno keniano
se vio obligado a echar
marcha atrás en
el proyecto de ley”
Angola en pleno verano africano, fue escenario de una fuerte
resistencia a las medidas impuestas por los grandes organismos financieros
mundiales. En julio, una huelga de tres días convocada por asociaciones de
taxistas y buses en Luanda, contó desde el principio con un gran apoyo popular,
extendiéndose a la mayor parte del país y convirtiéndose en una verdadera
revuelta contra el gobierno. Tal como ocurrió
en Kenia, las protestas fueron reprimidas con dureza y las mismas autoridades
angoleñas reconocieron hasta más de 25 fallecidos, cerca de dos centenares de
heridos y más de mil detenidos.
La chispa que encendió este malestar popular fue la decisión
del gobierno de aumentar en un 33% el precio del diésel, medida de gran repercusión
en los bolsillos del conjunto de ciudadanos. A su vez, sectores como el agrícola
o el de los transportes son altamente dependientes de los subsidios a este
combustible, los cuales, según el propio gobierno, representan el 4% del PBI. Angola
es en la actualidad el tercer mayor productor de petróleo en el continente, y
este representa un 95% de las exportaciones y un 60% de los ingresos.
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| Los cinco principales países africanos prestatarios del FMI, representan más del 40% de los prestamos del FMI a África |
“La eliminación de los subsidios es muy importante para asegurar la consolidación fiscal”, aseguraba el FMI para justificar la implementación de esta impopular medida económica. Angola debe aproximadamente unos 3,600 millones de dólares al FMI y el conjunto de su deuda pública alcanza más del 70% de su PBI. La eliminación del subsidio y la consiguiente subida de los precios del combustible, tuvieron un espectacular impacto de la economía doméstica de los angoleños, lo que ocasionó que diversas organizaciones sindicales y colectivos estudiantiles salieran en forma masiva a las calles durante los últimos cuatro meses, expresando su repudio a las medidas de ajuste económico y a la clase dirigente del país.
Al mismo tiempo las grandes empresas y las elites relacionadas con el gobernante Movimiento Popular de Liberación de Angola MPLA, partido político que está en el poder desde su independencia, siguen recibiendo ingentes beneficios procedentes del petróleo, lo que refuerza las desigualdades sociales. Todo ello ha creado un marco más amplio de descontento social que no se limita a cuestiones económicas puntuales, sino que rechaza todo un modelo de Estado y gobernanza liderado por el mismo partido que desde 1975 ha perpetuado la concentración de la riqueza en pocas manos.
“Angola es en la actualidad el tercer mayor
productor de petróleo en el continente,
y este representa un 95% de las exportaciones
y un 60% de los ingresos”
Un caso muy parecido lo representa Nigeria, donde las políticas
de ajuste del FMI también han puesto el foco en los subsidios sobre los
combustibles. En este caso se trata del mayor productor y exportador de
petróleo de África. Los efectos de esta medida fueron muy duros para muchos
ciudadanos, resultando en un espectacular aumento del costo de vida y una gran caída
de su poder adquisitivo. Las protestas no se hicieron esperar, y gran parte de la
sociedad nigeriana salió a las calles durante este verano. La respuesta fue más
de lo mismo, pues, según denunció Amnistía Internacional, hasta 24 personas
fallecieron por disparo de la policía.
Situaciones similares se han vivido durante los últimos meses en muchos países africanos, visibilizándose una situación extremadamente parecida a las vividas afines de siglo. Las políticas de ajuste son percibidas como una imposición externa y una pérdida de soberanía, sirviendo como catalizador para aglutinar un malestar social generalizado en el que fluyen demandas económicas, de justicia social, democráticas y de hartazgo ante el sistema político. Con una población muy joven y el uso de las redes sociales, las protestas y movilizaciones adquieren ahora una fuerza renovada, por lo que habrá que estar atento a la redición y continuación del despertar de la calle.



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